La propuesta más radical, y la más sensata, sería la eliminación de los ejércitos nacionales en favor de un Euroejército, por lo que en caso de agresión la respuesta sería conjunta, el esfuerzo bélico sería compartido y no dejado en manos de la o las naciones agredidas, y se potenciaría la tecnología armamentística europea, la cual no tiene nada que envidiar a la estadounidense. Sé que ningún gobierno o nación estaría dispuesto a renunciar a uno de los pilares que sostienen el estado, pero se introduciría coherencia en los planteamientos defensivos y supondría un ahorro a nivel nacional. Economicamente sería un gran salto, ya que cada país miembro aportaría al presupuesto en relación a su población y dimensiones geográficas. Este planteamiento traería problemas salvo que todo el material utilizado para aprovisionar a ese Euroejército fuera europeo. El reparto de la producción de material bélico debería repartirse con equidad entre los 27, obteniendo a cambio una potenciación de las economías nacionales, más empleo y menos dependencia exterior en cuanto a la compra de armamento.
Las guerras de la antigua Yugoslavia demostraron a Europa la incapacidad y desorganización militar europea, unido a la falta de una política exterior común, que actualmente se intenta solventar, aunque parece que este intento sea más propagandístico que real. A pesar de tales enseñanzas, Europa no ha avanzado en cuanto a una política de defensa común. En su momento se creó la fuerza de Acción Rápida para intervenir en conflictos europeos como los que se dieron en Yugoslavia, pero eso ha quedado en buenas intenciones, propiciando más un reforzamiento de los ejércitos nacionales que una fuerza común, demostrado en el actual conflicto que se vive en Afganistán.
Las principales tareas de un ejército común serían la defensa europea, la intervención en conflictos internacionales, y el envió de fuerzas de pacificación y cooperación auspiciadas por mandatos de Naciones Unidas. Sin embargo, en la actualidad tenemos ejemplos de descoordinación como la misión de vigilancia de las aguas internacionales en el cuerno de África, o la guerra en Afganistán, los cuales dan una visión de fragmentación por intereses y desorganización. Actualmente, los países deciden el envío de tales fuerzas, pero sin quitar esa potestad de aprobación a los parlamentos nacionales, podría formarse en ejército europeo que respondiera a la Unión en su conjunto y no a la "buena voluntad" de sus países miembros en implicarse en una operación, ya que las fuerzas de esos ejércitos serían multinacionales.
En conclusión, la organización de tal esfuerzo solo traería consecuencias positivas para Europa, siendo los puntos negativos los referentes a las ambiciones gubernamentales de los diferentes miembros, los cuales no están dispuestos a renunciar a sus respectivas fuerzas armadas, pero tampoco al protagonismo que supone el envió de fuerzas militares en misión de paz o vigilancia. Requisito previo de la formación del Euroejército sería la conformación de una política exterior común, lo cual trataré en el siguiente artículo.
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